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La vergüenza de la España del "Cinquecento Morti" colombino
Por Miguel M. Delicado Publicado en Historia, Literatura, Política, Religión en 29/11/2012
Relativismo cultural en los estudios antropológicos. Comentarios Anterior Aprendiendo de un hamster Siguiente
Brevísima relación de la destrucción de las Indias

«Brevísima relación de la destrucción de las Indias»

En este comentario nos vamos a acercar a una temática que enfoca, a la vez, aspectos tan dispares como el derecho natural, el de gentes o el internacional, el aspecto religioso de la conversión y la libertad de comercio o incluso el esclavismo.

Debemos situar a Fray Bartolomé de las Casas en el siglo XVI (Edad Moderna) en lo que al comentario y su temática se refiere, pues aunque la conquista del nuevo mundo y los problemas subyacentes relacionados con el trato indígena se originan a finales del siglo XV, es ya en pleno XVI donde se dan en toda su plenitud tal cúmulo de circunstancias, peyorativas para unos (los indios) y afortunadas para otros (los conquistadores españoles).

De las Casas, como dominico culto, estuvo destinado en el nuevo mundo a lo largo de varias islas, en la región de Nueva España y en La Española sobre todo, donde tras varias vicisitudes y su nombramiento como protector de los indios, aboga por ellos en cuanto que conoce de primera mano el trato vejatorio, indigno, inadecuado e inhumano para conversos de una aculturalidad occidental manifiesta y una rectitud de vida encomiable «Cierto, estas gentes eran las más bienaventuradas del mundo si solamente conocieran a Dios».

Situándonos en el contexto socio-cultural colombino del nuevo mundo, avanzamos hacia una conquista progresiva de nuevos territorios, poblados por indígenas que no estaban preparados para la asunción de tareas tan sumamente duras ni horarios tan prolongados, y unos conquistadores que “necesitaban” con una acuciante premura el oro y toda la riqueza que se pudiera aportar por el trabajo indio, para enriquecerse y enriquecer a la corona española cuanto antes.

De las Casas vivió esa situación de primera mano, comprobando in situ, cómo los indígenas morían por falta de condiciones físicas «Son así mesmo las gentes más delicadas, flacas y tiernas en complisión y que menos pueden sufrir trabajos, y que más fácilmente mueren de cualquiera enfermedad […] Son también gentes paupérrimas y que menos poseen ni quieren poseer de bienes temporales, y por esto no soberbias, no ambiciosas, no cudiciosas», aportando incondicionalmente su propio territorio y su trabajo a personas que venían desde lo desconocido, sin tener en su fuero previsión alguna ni necesidad de semejantes extracciones minerales, ni de horarios inhumanos o sufrimiento de enfermedades desconocidas e intratables.

Fray Bartolomé de las Casas

Todo esto que referimos y que De las Casas fue viviendo desaforadamente, le llevó a tratar de enmendar o incluso solucionar definitivamente esta situación indígena, para lo cual su acopio de información y su increíble tacto misivo-regno, le llevarían indefectiblemente a la consecución de un objetivo a la vez digno para con los hombres de aquella tierra y misericordioso para con dios.

Debemos referir el contexto religioso del nuevo mundo pues, la España conquistadora devenía un catolicismo en “racimo”, donde los reyes Fernando e Isabel como vértice del mismo, no llevaban el calificativo sin más; el reinado se conformaba con un status anexo de religiosidad cristiana acorde con lo preciso para la gobernabilidad del territorio europeo y allende del mismo. Ese allende incluía Nueva España y así lo recuerda y reitera nuestro dominico remitente a sus majestades, como algo intrínseco a la colonización «concedidos y encomendados por Dios y por su Iglesia a los reyes de Castilla para que se los rigiesen y gobernasen, convertiesen y prosperasen temporal y espiritualmente». Por supuesto que De las Casas trata muy hábilmente el asunto, dando una vía de “escape” en su misiva, otorgando un desconocimiento que, aun cuando exime inicialmente de culpa, la traslada a posteriori para que no quede sin solución dicho problema «porque de la innata y natural virtud del rey así se supone, conviene a saber: que la noticia sola del mal de su reino es bastantísima para que lo disipe, y que ni por un momento solo en cuanto en sí fuere lo pueda sufrir»; «han muerto sin fe y sin sacramentos». Por tanto se ejerce una misiva de defensa humana y cristiana.

De las Casas, a nuestro criterio, “utiliza” tanto lo socialmente conocido respecto al trato indígena como el derecho eclesiástico de la época, en un enfoque claramente humanístico-cristiano (en ese orden [muy importante]), en el que prepondera notablemente la injusticia que se ejerce descaradamente y sin control «habiendo en la isla Española sobre tres cuentos de ánimas que vimos, no hay hoy de los naturales della docientas personas» y donde ya encontramos claramente un ejercicio legal de defensa de derechos humanos. Otra cuestión sería si el asunto de defensa es tratado por De las Casas como nosotros lo entendemos hoy en día (que es casi seguro que no), pues el relativismo cultural debe ser preeminente aquí para entender porqué se acepta y posteriormente se expandirá un esclavismo negro africano al cual parece serle permitido este trato indígena por tener mejores condiciones físicas y por su procedencia y color de piel.

El trato del que hablamos «no han tenido más respecto ni dellas han hecho más cuenta ni estima […] no digo que de bestias, porque pluguiera a Dios que como a bestias las hubieran tratado y estimado» no es una melindre exagerada, hablamos de gentes que nunca habían despreciado al conquistador «nunca los indios de todas las Indias hicieron mal alguno a cristianos, antes los tuvieron por venidos del cielo, hasta que primero muchas veces hobieron recebido ellos o sus vecinos muchos males, robos, muertes, violencias y vejaciones dellos mesmos», pero que sus derechos naturales como hombres fueron “enajenados” totalmente.

Leyenda negra española, alimentada por intereses espurios

Si de todo lo expuesto podemos argüir algo positivo, esto es el avance cultural y social que promovió De las Casas en la consecución de reconocimiento de unos derechos inalienables, que son intrínsecos a la persona, independientes de razas, culturas y épocas, que trascenderán en el otorgamiento real de nuevas condiciones acordes a un trato más humano en tiempo coetáneo y abolicionismo esclavista ya más en el futuro.

Si la estrategia de De las Casas se basaba en poner en conocimiento atrocidades, falta de sacramentos esenciales o cristianización adecuada, quizás hoy en día es lo de menor importancia, lo que realmente transpone al autor a nuestro trabajo de comentario, es que inició una cadena de abogacía humana hacia lo moral, aunque quinientos años después, lamentablemente siga sin un último eslabón. Al menos se inició, que no es poco.

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