«Los animales no tienen ninguna noción de futuro. Disponen de la memoria del pasado, pero ninguna preocupación por el futuro. Cuando el animal tiene el suficiente alimento y afecto, es perfectamente feliz dentro de un eterno presente. No imagina que pueda morir. No se angustia ni se esconde salvo que se sienta amenazado hic et nunc, aquí y ahora, por los depredadores, el hambre o la enfermedad».
Pasaje de: Jean-Claude Barreau & Guillaume Bigot. “Toda la Historia del Mundo”.
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Una lección de filosofía que trasciende los patrones normales humanos por su exquisita sencillez: si tengo las necesidades básicas cubiertas (en caso de que así sea) para qué me preocupo de lo que pueda venir el día de mañana, de que me pueda o no morir y demás cuestiones… lo que tenga que ser, será.

Nuestra angustia, nuestras preocupaciones diarias, son fruto de una enseñanza, de un aprendizaje erróneo que nos rodea mediante una amalgama socio-diarréica, que tiene como función la protección a ultranza de ese «estar». En base a esta forma de vida se sustenta nuestra querida sociedad «avanzada» y en la cúspide de la cadena alimenticia.

Qué listos somos, qué inteligentes y qué bien sabemos afrontar el día a día… ¡Qué pena de animal!

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