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San Agustín de Hipona. Líneas de pensamiento
Por Miguel M. Delicado Publicado en Filosofía, Literatura, Religión en 09/04/2012
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San Agustín. Sandro Botticcelli

He conseguido hasta hoy leer (con mucho esfuerzo y muy poco tiempo) hasta el título X de su obra «Confesiones» y creo que la aventura de indagación, experimentación, desilusión y encuentro de San Agustín respecto a la filosofía y a la verdad, pasa por una serie de estados que se van conformando en torno a los ideales de su época, a su propia búsqueda y a la insatisfacción por hallar una verdad que no se muestra.

En las confesiones nos va describiendo poco a poco su devenir vital, acercándonos a su posición madura de pensamiento desde la que hace una valoración de su pasado. En ello nos relata sus acercamientos a las teorías circundantes a su tiempo, a sus instintos más naturales sin control por la juventud, a la maduración psicológica mediante la reflexión y análisis de esas corrientes filosóficas y finalmente al “descubrimiento“ de la verdad en torno a la creencia religiosa como factor esencial para hallar esa verdad final o esencial de todo.

Podemos pensar que su paso por el escepticismo le lleva a descartar la filosofía en pro de la religión y la fe, pero creo que nada más lejos de la realidad. De hecho lo que nos relata es precisamente ese “encuentro“ con la verdad mediante la ayuda de la filosofía. Es esta la que le propicia el acercamiento a Dios, el hallazgo de sí mismo y de su hombre interior, así como de la paz de espíritu que nunca encontró con el maniqueísmo o el escepticismo.

Respecto al escepticismo, este se puede entender como una “caída“, si bien yo discrepo abiertamente al respecto. “Caer“ en el escepticismo no debe ser un término correcto. Creer que la verdad no puede ser mostrada no significa una caída, ni que la filosofía no pueda servir, simplemente es una opción más dentro del terreno filosófico en la que una persona acepta que esa verdad no es cognoscible para nosotros. San Agustín encuentra esa verdad tras el escepticismo precisamente porque ve que para llegar a serle mostrada tendrá que pasar primero por la fe ciega. Esa fe le da el conocimiento ulterior de la verdad y de Dios.

Si la aceptación de la fe es premisa para la consecución del conocimiento de la verdad, y si desde la verdad se acerca uno más a la fe, es pensamiento propio de cada uno. La libertad de pensamiento y creencia nos dará la respuesta a cada cual… o no.

Si Agustín de Hipona “cayó“ en el escepticismo previo a su descubrimiento de la verdad y de Dios, no significa que obligatoriamente aceptemos que la aceptación de la fe religiosa es premisa para ello.

Como matización respecto a la importancia de la filosofía agustiniana, aportaría como elemento importante el hecho de que Agustín de Hipona “encuentra“ la verdad a través del diálogo platónico, esta vez hacia el exterior (por escrito) desde su hombre interior.

Quizás San Agustín no hubiera sido un baluarte del cristianismo occidental si en su evolución no hubiera llegado al escepticismo. Creo que convencerse de que nuestra mente no es capaz de hallar la verdad de todo este universo que nos rodea es el mejor método para seguir buscando. El hombre es testarudo por naturaleza, curioso al igual que los animales, y esas cualidades son intrínsecas también para San Agustín. El no conformarse con reconocer que la verdad no puede ser alcanzada, le llevó a descubrirla (ya cada uno que piense si era relativa, o certera y universal).

En cualquier caso, la profundidad de sus razonamientos, mediante la aplicación del fundamento y razonamiento filosófico para explicar también la religión, no hizo más que abundar en la respuesta a tantas inquietudes que abordan al ser humano allá por donde quiera que indague. Las respuestas científicas no lo solucionan todo, ¿alguien puede explicar qué había antes del Big-Bang?, ¿y antes de la nada?, ¿y antes de Dios?. Yo no lo sé, por eso dudo. Dudo de la ciencia, dudo que nuestra mente sea capaz de entender todo, también dudo de la religión y de la filosofía, pero una cosa está clara… todas ellas ayudan y mucho a situarnos en nuestro focalizado centro humanista, en el que nada está tan claro salvo que nosotros somos el centro de todo y para todo (a lo mejor ahí está el error).

El hecho de que tengamos dudas nos ayuda precisamente a intentar resolverlas. Precisamente no es otra cosa distinta a eso lo que hizo San Agustín, intentar “explicarse“ mediante la introspección todo aquello que no entendía. El encuentro de una verdad que ayudó a discernir cuestiones relativas a la Santísima Trinidad no es precisamente lo que a mí más me importe, pero el ejercicio de encontrar explicación al alma sí la tiene.

Realmente creo que lo importante de todo su trabajo no es el intento de demostración de la existencia de Dios ni de la estructura santa trinitaria, creo que lo que de verdad importa es su trascendencia filosófica en el trabajo arduo para encontrar “la“ verdad, no “una“ verdad. En mi humilde opinión él encontró verdades (la existencia, por ejemplo) pero no la verdad. Eso sí, para él la verdad estaba hallada. ¿y quién lo puede discutir? De hecho cuando habla para explicar la verdad en sus confesiones, está hablando con Dios.

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