menu Menú
Oda a "La Piedad" de Miguel Ángel
Por Miguel M. Delicado Publicado en Arte, Escritos del Autor, Literatura en 10/11/2012
La predicción Anterior La "Persona humana" Siguiente
La Piedad. Miguel Ángel Buonarotti

No soy creyente, pero después de verte…

Tu visión «espeluzna», desmonta lo adquirido; dulcifica lo erróneo y transpone lo ulterior y divino a lo primario y miserable.
Sublimación de la creencia hacia un éter de divagación ¿anti-religiosa? ¿divina?

Dosis de reflexión innata. Suturas de junturas que nunca se ven, de patrones enquistados en un material que encastra una mente y una obra.
¿Por qué se intuyen tus senos bajo los pliegues de tu blusa «paño-mojada»? ¿No eres acaso la Virgen? ¿Por qué se me permite esta falta de tacto ante semejante obra?
No es falta de recato, es estoy ante la más pura plasmación de la esencia, de la perfección natural acomodada en un material mediante la genialidad y la consecución integrada de esa propia naturaleza con su creador divino.

Quiero desvestirla, tocarla, ver si es real, amarla incluso, besarla con pasión hasta llegar a su más profunda verdad. Deseo saber que debajo de esos ropajes no se esconde una mujer real «atomizada», sublimada ante la genial idea de un loco que quiso preponderarla hacia los confines del universo… y más allá.

Doblego mi enmarcado círculo a su alrededor e intuyo que me engañas Miguel Ángel; creo que intentas distraer con una proliferación de pliegues la verdadera Arkhé… que no es irreal. Una verdadera virgen con muerte intrigante se esconde debajo de esos paños mojados; una belleza terrenal que fue encastrada bajo mármol en el más absoluto anonimato.

¡Explícame por qué no pudiste hacerla llorar! ¿Llorabas de rabia por tu crimen? ¿Si abriera los ojos te señalaría? ¿Acaso no te señala ya con su mano izquierda como el autor de tan semejante delirio?

Una mártir a la que supiste dar con tus manos el más importante y extraordinario de los tesoros… la eternidad.

Dame esa mano izquierda, para que tu horrible muerte «marmórea» se pueda translucir en una inmaculada concepción de los humanos sobre… lo que es, y lo que no es… lo divino.

Si no fuiste un asesino… mira tu propia obra desde el más allá y ¡desmiéntelo! Yo no lo consigo ante tamaña perfección escultórica, por más que la miro.

Miguel Ángel, ¿bañaste ese cuerpo virgen y divino de una mujer anónima en mármol líquido, para luego dejarla morir viendo su propia escultura?

Miguel Ángel, gracias por sublimar directamente la materia a la divinidad.

inmaculada concepción la piedad los tesoros Miguel Ángel miguel ángel buonarotti oda pliegues


Anterior Siguiente

Deje un comentario (se revisan antes de publicarlos)

  1. Me ha parecido extraordinario el artículo. Muy interesante su idea 😉
    Es una escultura impresionante y la pude visitar en Roma y me encantó.
    Ánimo con su próxima novela.
    Lola.

keyboard_arrow_up