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Los Derechos Humanos y el Islam
Por Miguel M. Delicado Publicado en Política, Religión en 18/06/2012
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Declaración de El Cairo. derechos humanos en el Islam

Lectura del texto

Bien, vamos por partes… como diría Jack.

En principio, tras leer el artículo, uno se queda con la impresión de que efectivamente lo universalizante y lo universalizable no comulgan en la misma iglesia-mezquita-templo. El autor nos depone la Declaración a los límites de lo razonable y en ese punto se acredita su conocimiento de lo que realmente es aplicable y lo que es meramente una utopía o deseo sincero.
Es cierto que la pretensión es efímera, que no tiene un fondo social general o universal lo suficientemente práctico como para ponerlo en marcha, que además la diversidad cultural y religiosa, junto con lo socio-político, aglutinan una maraña de problemas de insalvable solución. También se nos muestra que la propia Declaración tiene su talón de Aquiles en sí misma; la serie numerada de años de recuperación y edición es cuanto menos sintomática de su propia enfermedad.

Los derechos humanos no tienen una configuración estándar, no es lo mismo reclamar mi derecho a escribir lo que me de la gana en España o Francia, que hacerlo en Arabia Saudí o China. Tampoco es lo mismo querer que una persona pueda libremente decidir si quiere o no llevar un arma semiautomática en el coche (EE.UU) o hacerlo en España… ¿queréis probar? Ya os digo el resultado… NO. Simplemente trato de reflejar que España (la Unión Europea en general, Occidente si queremos) no tiene siquiera los mismos derechos en un país que en otro.

Pero como seguramente se me podría aducir que estoy hablando de derechos no tan “humanistas” entendiendo con ello lo referido a los más básicos argumentos de dignidad y moralidad del ser, también podemos añadir que como se dice en el texto, un toro (léase lo que a cada uno nos de más ternura – perro, gato… -) es al fin y al cabo también merecedor de esos derechos universales (el toro se llamaba Nandana, una mujer preciosa y modelo india, antes de su reencarnación, claro).

Evidentemente, tanto por estas propuestas, como por las más lógicas de políticas territoriales, económicas, etcétera, que a todos nos vienen a la cabeza, lo que parece claro es que la pretendida Declaración no es universal ni mucho menos, ni en su confección (en todas las revisiones tampoco) todo eran buenos deseos y amor fraternal, de hecho había mucho interés más Euribor y también ansias no precisamente humanísticas.

Y para no extender más mi post, dejando claro que por todo lo que he dicho estaría conforme con el autor y lo que he referido, me desdigo de todo ello, renuncio abiertamente a su forma de ver la Declaración (con mayúsculas), apoyo ciegamente a esos manirrotos que la confeccionaron a su propio interés, la defendería a capa y espada aun sabiendo que es inalcanzable… y ¿por qué?…
… por salvar un solo niño de una muerte segura a manos de un dictador irracional. Y sí, me da igual que los EE.UU estén ahí con su ejército para sacar “tajada” y no de melón o sandía, el sacrificio de ese niño no se lo justifiques a su madre. No lo quiero ni pensar.

En síntesis podemos criticarla desde su propia base, desde los primeros artículos, pero lo que nunca podemos es ponernos en contra de lo que pretende ser una conciliación de las “formas” en las que todos debemos entrar, una utopía de lo que el ser humano debe y no debe transgredir. Aunque esté equivocada, aunque sea una utopía, realmente lucha por que el ser humano no caiga en una “forma” en la que todo vale.
Creo que esta cita de Kofi Annan expresa magníficamente lo que indico.

“No existe un solo modelo de democracia, o de los derechos humanos, o de la expresión cultural para todo el mundo. Pero para todo el mundo, tiene que haber democracia, derechos humanos y una libre expresión cultural”.

Creo que una cuestión fundamental de la “fundamentalidad” de los derechos humanos que comentamos, es la diversidad en la universalidad del concepto filosófico de los universales, como el propio término “derechos humanos”.

Yo creo que los derechos inherentes a la persona, ya difieren “per se” en cuanto que dicha inherencia es muy sutil. Me refiero a que el entramado humano interior de cada cual designa unos parámetros muy distintos, sea en una u otra época, en uno u otro espacio, en una u otra situación concreta…

Si uno mismo es capaz (y no hablo de posibilidades) de aventurar respuestas muy diferentes en cada ejemplo de los que cito, qué no seremos capaces de analizar de formas tan distintas si de los que hablamos son personas a las que ni siquiera conocemos, culturalmente no se nos parecen en nada y además su profesión de fe es distinta también.

El eclecticismo cultural nos sirve para poder entender, para poder comprender otros grupos humanos que nos aventajan o nos envidian (depende del caso) en relación a nuestras formas de vivencia. Nadie tiene una fórmula para solucionar la desigualdad social; para conseguir que una mujer árabe se sienta libre de ir por la calle con minifalda y sin taparse la cara; para que ese Islam sea consecuente a los tiempos actuales, etcétera. Seguro que con el etcétera ahí puesto ya valdría, pero precisamente por ese eclecticismo que debíamos subrayar, no me quedo con eso, añado deliberadamente… para conseguir que el reparto de riqueza llegara a Oriente y al “meridión”; que la enseñanza no tenga como consecuencia la envidia hacia Occidente; y podemos seguir…

Los derechos humanos

Evidentemente que los derechos fundamentales de la persona tienen un concepto universalista, pero el valor vital es muy diferente de un país a otro, incluso en nuestra propia sociedad los valores son muy, pero que muy marcados en función del estatus socio-económico. Todos los días trabajo con personas que entienden de leyes y de derechos (algunos son expertos en defenderlos a capa y espada [sobre todo si son los suyos]) y os aseguro que los puntos de vista son tan dispares sobre una misma frase, que uno radica en la mas absoluta ignorancia de la interpretación adecuada y conjunta. Es tan profunda la inteligencia humana que es capaz de “sacar” de ocho o diez palabras escritas innumerables interpretaciones y temáticas diferentes de debate y de apostasía sobre lo expuesto. Por eso precisamente defiendo bajo mi humilde punto de vista que no es nada fácil acompasar esas definiciones universales del derecho, de lo humano, dentro de un enfoque islamista, cristiano o budista, da igual la fe que se profese, el problema está en las personas y sus interpretaciones.

Pero no querría cerrar este post con una anuencia de fatalismo expreso, ni mucho menos, no pienso así, todo lo contrario. Creo en el ser humano, en su capacidad de bien sobre el mal, en la posibilidad de que decrezca nuestra indolencia hacia el sufrimiento mediante la “occidentalización” en torno a unas bases justas, el avance científico-cultural y la capacidad de superar nuestros fracasos y nuestras envidias.

Los Derechos Humanos con mayúsculas son precisamente una expresión, inocente si queréis, de intentar llegar a prohibir ciertas actitudes, de fomentar otras más acordes al respeto por la llamada dignidad individual. Pero ya es algo, menos es nada. Universal no mucho, pero individualista tampoco. Si empezamos por algo, el día de mañana dejaremos unas bases más sólidas para evitar ciertos abusos. Por algo hay que empezar… y ya sé que “comienzos” cada uno hubiéramos puesto uno diferente, eso seguro.

Los Derechos Humanos y el Islam no son incompatibles, serán incompatibles los hombres que ponen criterios sobre cómo debe ser la fe y el modo de vivir la vida conforme a ella. A mí nadie me prohibe ni me obliga ir a una Iglesia o a una Mezquita… ¡pues ya empezamos bien!
Sobre el derecho natural preexistente al hombre y remontando incluso hasta Cicerón, me acordé que quizás aún se puede ir más atrás en el tiempo, tanto como a seis siglos más atrás.

Me acordé de un trabajo de Literatura que hice este curso y el eje central rondaba en torno a ese derecho natural superior a las personas. Por eso podemos remontarnos al siglo V a.C. con Sófocles y su obra Antígona. Es ahí donde la defensa del derecho natural cobra importancia por encima del rey, por encima de la ley escrita y del actual derecho positivo. En este caso el derecho natural de inhumación prima sobre el arbitrario real.

En todo caso, no es un tema fácil el de los derechos universalistas, hay muchos puntos de vista. Este derecho natural del hombre, que le sobrevive y le precede, es un apunte más a esa dislocación entre culturas sobre derechos escritos o positivos. En cualquier caso creo que establecer incluso el derecho natural por escrito como ley sigue siendo una temeridad, pues hasta las cuestiones más básicas son radicalmente diferentes en una aldea africana y una urbe como Nueva York.

La globalización de las tendencias en la actualidad, ese afán de universalizar todo aquello en lo que la mayoría poblacional tiene que decir o hacer, pero evidentemente eso conlleva, a mi modo de ver, un peligro enorme.

La forma generalista es buena para consensuar ciertos procedimientos, formas de entendernos y de relacionarnos, pero a nivel de la razón no es viable unir tan claramente la fe. Las ideas, las creencias son muy particulares, muy “de dentro”, incluso reservadas si queremos. Por eso puede ser peligroso querer unificar tanto ese mundo, sea con derechos o con obligaciones. Sería una falacia pretender que aun con ese consentimiento religioso, el avance social y la posibilidad de crítica estuvieran dispuestas, ni mucho menos.

Realmente si se produjese esa aplicación sistemática incluso en parámetros de población con una aquiescencia sublime, yo creo que la disidencia surgiría innata. Nadie está nunca conforme con el sistema (sea político o religioso), y gracias a ello, a la posibilidad de que expresemos lo que sentimos o pensamos, sea en el ámbito que sea, hacemos, provocamos, colaboramos y animamos al cambio social.

¿Qué saldrá de la primavera árabe como estamos viendo? no lo sabremos hasta dentro de muchos años, pero lo que está claro es que una revolución ha surgido, que el primer faraón ha visto como su propio pueblo intenta acceder a un sistema más libre, que la sociedad más joven ha iniciado una serie de protestas en todo el mundo en contra de la sistemática vital que les hemos dejado y probablemente también tengamos que esperar mucho tiempo para ver en qué se traduce todo ello.

La «primavera árabe»

Los cambios sociales no tienen una previsión exacta, la religión creo que es un factor esencial de impedimento o de acicate del cambio, depende de lo que se “toque” o de lo que se haga (ilustraciones caricaturescas de Mahoma o de Dios en el mundo musulmán no tendrán la misma trascendencia que una quema de una Iglesia en el mundo Occidental). Por eso precisamente el detonante es tan impreciso. Las grandes aglomeraciones humanas tienen patrones de desenvolvimiento demostrados, en los que un simple energúmeno puede provocar el más absoluto caos.

La imposición de un sistema socio-religioso tan severo como el que vemos, no deja alternativas tan claras como otros más liberales. Problemas tienen los dos, cosas buenas ambos, pero si hay que elegir posiblemente todos queramos elegir libremente lo que queremos pensar, hacer y creer. No nos olvidemos tampoco que en los sistemas democráticos o liberales, la sensación de que mi libertad termina donde empieza la del otro cada día es más decadente, por no decir que cada vez es más ilusoria y menos real.

La realidad árabe o musulmana tiene actualmente un trasfondo social en cambio, este se ha dejado ver y espero y deseo que en un futuro puedan acceder a una libertad de pensamiento, palabra, obra y omisión, aunque este párrafo sea un poco “paradigmático”, en ningún caso pretendo decir con ello que se conviertan a ninguna religión, sino que profesen la islámica con una serie de cambios que ya se piden a gritos y a sangre por los propios musulmanes.

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