“Es sabido que, en arquitectura, las obras maestras son, a menudo, el producto de la solución de exigencias contradictorias. Así pasó con la arquitectura femenina, cuyas extraordinarias curvas en forma de guitarra son el resultado de dos necesidades opuestas de nuestra especie: correr rápido y dar a luz”
Pasaje de: Jean-Claude Barreau & Guillaume Bigot. “Toda la Historia del Mundo”.
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En un mundo de contradicción, la similitud curvilíneo-femino-arquitectónica nos introduce en la conformación de elementos tan dispares como la necesidad y el ornamento, la precisión o el arbitrio, el diseño y la improvisación.
La monotonía como elemento imprescindible para el anonimato, la exacerbación como afluente de miradas y atención. Una locura descriptiva de la sinrazón en donde lo que prima es lo anormal y lo mediano y estable pasa a ser anodino… Si el eclecticismo muere ¡Viva la locura!
No es malo el punto saliente, la coma tímida, la diéresis que te mira, son atributos que consiguen el avance, la progresión humana y terrestre.
Un elemento discordante necesita rodearse de otros estables para su propia preponderancia. No eliminemos a nadie, todos son necesarios.
La locura constructiva tiene mucho que ver con la propia condición humana de resalte, de alero en una cornisa lineal y firme.
Al igual que una línea serpentinata en el Arte, las curvas de la mujer expresan un modelado que tiene que resaltar entre lo mediano, lo cotidiano.
Correr rápido y dar a luz no se contraponen, son asumibles en una misma esencia.
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